24.11.07

Un alto en el devenir del tiempo


El paso del tiempo nos hace mas sabios, eso dicen, aunque no siempre lo que dicen es cierto. Del tiempo y de su transcurso tambien dicen que lo cura todo, aunque sin duda, como la fotografia expresa, lo desgasta

No creo que el tiempo, sinceramente, lo cure todo, mas bien, a mi parecer, nos enseña a vivir con una realidad y quizas, en todo caso, nos ayuda a sobrellevarla. Con el tiempo sopesamos, analizamos y racionalizamos. No nos cura nada, nos calma el animo o nos lo agota, deseperando primero y haciendonos ceder despues.

Es curioso que sea precisamente el tiempo la medida que no podamos controlar. Pasa inexorable, altiva, veloz, nos arrastra en su devenir y no concede tregua. A veces, benevolente, pasa de puntillas, sonriente, despacito, como a camara lenta y nos hace sentir inmortales... pero es tenaz e impasible y, en su larga y extensa trayectoria nos ira dejando en el camino, uno a uno, olvidados en los anales de la historia, habiendo sido a penas una milesima de segundo en la realidad de una existencia.


Cuando somos niños, el tiempo es compasivo y pasa ralentizado, debe gustarle la infancia y sus juegos por cuanto parece que nunca llegaremos a adultos como nuestros padres o abuelos... se hace largo ese camino, casi eterno. Esa percepcion, que no realidad, entenderé que se debe a que todo es novedoso, todo es un continuo aprendizaje, agudizamos los sentidos y lo vivimos intensamente.

Pero cuando llega la madurez, con su responsabilidad y su bucle absorvente, con sus dias iguales, el tiempo pasa veloz, no apreciamos los detalles, vamos a lo grosero, a lo tosco, todo rapido, todo consumible al instante, no miramos atras, no hay tiempo... ni para frenar.

En estos dias de final de Noviembre, cada año, desde hace ya casi una eternidad, mi mente se detiene, no es un dia fijo aunque quizas si una razón concreta, pero lo cierto es que a pesar de que todo corretea deprisa y sin piedad alrededor mio, mi cronometro se para un instante y vuelven a mi aquellos años olvidados en los que no fui mas feliz, ni siquiera mas afortunada, pero que me formaron tal y como soy, y estas fechas, me recuerdan quien fui y como era. En estos dias, frios y soleados, vuelvo a poner los pies en la tierra y me reencuentro con esa otra yo que convive a mii lado y que dormita, que ya no lucha por salir (encontro su lugar), pero si viene a recordarme cuan agradecida he de estar, cuanta gente he encontrado y que relativo es el tiempo, que ahora pasa despacio, cuando ayer mareaba vertiginoso en su paso acelerado.

Es bueno frenar un instante, no importa la razón. Es bueno entonces hacer balance, ver quienes fuimos y quienes somos y tomar conciencia de que el camino andado, el que nos ha traido hasta aqui, fue necesario andarlo y que, hoy por hoy, estás justo donde quieres y con quien quieres, que tomas tus propias decisiones y que eres plena y feliz con la vida que te ha tocado vivir... así me veo yo... espero que tu tambien.

16.11.07

El cambio se acerca ruidosamente



En ocasiones, por razones absurdas entramos en un perpetua desesperación, no hay razón ni motivo, solo se enciende una chispa que encuentra y recorre incansable el rastro de pólvora que termina por topar, como no podía ser menos, con el estomago repleto de explosivo del temible barril que al final del hilo incandescente nos espera tranquilo… y ese encuentro, con su ruido ensordecedor nos envuelve por un instante. Perdemos la noción de todo, solo vemos la desesperación que nos provoca esa situación absurda: tres elementos conectados, por separado no hacen nada, pero juntos, detonan y nos derrumban los pilares de nuestra ansiada y trabajada rutina.
La desesperación en realidad la provoca el cambio de esa rutina, y es desesperación porque el cambio no es agradable, nos enseña dientes y garras y nos hace plantearnos por qué confiamos antes y que motivaciones tendremos que inventar para afrontar el día a día de forma inocua e inalterable.
Lo extraordinario de esa detonación y de esa desesperación es que vienen a durar casi el mismo tiempo, solo queda, después del humo, la reverberación del estruendo, el sonido aletargado de aquella inútil desesperación.
Los cambios a veces irrumpen sonoramente, para hacer notar que ha llegado y que empieza una nueva etapa.
A veces solo tenemos que agudizar el oído un poco y lo intuimos llegar… el cambio se acerca.